¿Por qué razón especies enteras de anfibios en el mundo desaparecen a causa de una mortal infección, mientras otras conviven con ella sin consecuencias letales? ¿Su resistencia al contagio estaría en las mismas ranas que la hospedan, el medio ambiente que habitan o las características del agente transmisor? La respuesta definitiva aún es un misterio que la ciencia intenta resolver, pero Colombia se une al reto y avanza en investigaciones al respecto añadiendo piezas a este rompecabezas inconcluso.
Un equipo de expertos compuesto por colombianos y estadounidenses descubrió que dos ranas de los Andes colombianos, que comparten el mismo hábitat de reproducción, conviven con el hongo Batrachochytrium dendrobatidis (Bd) sin presentar registro de disminuciones de sus poblaciones o signos clínicos, demostrando una asombrosa tolerancia y coexistencia con el hongo, considerándose portadoras asintomáticas. ¿La razón? Comunidades de bacterias presentes en su piel que las han hecho inmunes y resistentes como una armadura. Se trata de las ranas sabanera (Dendropsophus labialis) y cohete (Rheobates palmatus), las cuales cuentan con una alta presencia de Bd en individuos juveniles de las dos especies y cuyas intensidades de infección se han mantenido bajas debido, probablemente, a dos mecanismos de defensa presentes en la piel: microbios y moléculas formadas tras la unión de varios aminoácidos (o péptidos) capaces de inhibir el crecimiento o eliminar el hongo, y que en el caso de los adultos fueron proporcionalmente más abundantes que en las etapas anteriores a su desarrollo.
Los resultados del estudio, liderado por Victoria Flechas, investigadora adjunta en las Colecciones Biológicas del Instituto Humboldt, fueron compilados en The ISME Journal, revista especializada en todas las áreas de la ecología microbiana. “Algo que no se había probado experimentalmente era cómo los péptidos antimicrobianos que secretan las ranas a través de las glándulas de su piel ayudaban a estructurar comunidades de bacterias. Nosotros esperábamos encontrar que estas moléculas mataran gran parte de las bacterias, pero descubrimos que, por el contrario, promovían su crecimiento”, comenta Flechas. En sus páginas, el análisis destaca las asociaciones íntimas que todos los organismos vivos establecen con microbios para juntos convertirse en una unidad de selección natural. De esta manera, los macroorganismos ofrecen microhábitats para que se instalen complejas comunidades microbianas que influyen en el estado de salud de sus anfitriones, a través de interacciones mutualistas o parasitarias.
Su presencia es una amenaza para las 814 especies de anfibios registradas en el territorio nacional.
Fuente: eltiempo.com