Dos soledades. Un diálogo sobre la novela en América Latina retoma la conversación que tuvieron Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa en la Universidad Nacional de Ingeniería de Lima en 1967. Reflexiones sobre el por qué de la escritura y del rol de los autores y de los lectores en América Latina rememoran el diálogo entre los dos premios Nobel.
En 1967, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa se reunieron para hablar de literatura latinoamericana, una conversación “perdida” entre dos premios Nobel publicada ahora en un libro que, dice el prologuista Juan Gabriel Vásquez, contiene más lecciones que cualquier universidad. Dos soledades. Un diálogo sobre la novela en América Latina recoge dicha conversación, que tuvo lugar en la Universidad Nacional de Ingeniería de Lima entre el 5 y el 7 de septiembre de 1967, y que se ha recuperado tras estar muchos años “fuera del mundo”, solo encontrada en ediciones piratas, según asegura el colombiano Juan Gabriel Vásquez.
El escritor destaca que una de las “maravillas” de este diálogo es “capturar” a sus actores en el momento en el que el fenómeno del boom comienza a tomar forma. Cuando se encontraron en Lima, García Márquez ya había vendido varios ejemplares de Cien años de soledad y Vargas Llosa acababa de ganar el Premio Rómulo Gallegos por La casa verde. En Dos soledades los autores se sientan a hablar de literatura latinoamericana, cuando todavía no se había acuñado el nombre de lo que hoy se conoce como “realismo mágico”. “¿Para qué crees que sirves tú como escritor?”, fue la primera pregunta que le hizo Vargas Llosa a García Márquez. El colombiano le respondió: “Yo tengo la impresión de que empecé a ser escritor cuando me di cuenta de que no servía para nada”, relató para agregar que, en ese momento, el hecho de escribir obedecía “a una vocación apremiante”.
También le pregunta por el incipiente boom de la literatura latinoamericana: “¿A qué se debe este fenómeno? ¿Qué es lo que ha ocurrido?”. “No sé si el fenómeno del boom es en realidad un boom de escritores o un boom de lectores”, considera el autor de Cien años de soledad, quien agrega: “Hemos decidido que lo más importante es seguir nuestra vocación de escritores y que los lectores se han dado cuenta de ello. En el momento que los libros eran realmente buenos, aparecieron los lectores. Eso es formidable. Yo creo, por eso, que es un boom de lectores”. Vargas Llosa explica que antes el lector latinoamericano tenía un prejuicio respecto a cualquier escritor latinoamericano y pensaba que por el hecho de serlo era malo (si no demostraba lo contrario), a la inversa de lo que ocurría con autores europeos. Pero ahora -decía- “ocurre exactamente lo contrario. El público del autor latinoamericano ha crecido enormemente, hay una audiencia realmente asombrosa para los novelistas latinoamericanos, no solo en América Latina sino en Europa y Estados Unidos”.
La conversación muestra las dos formas de entender la literatura, dos formas diferentes de narrar. “Aquí está ese Vargas Llosa: el novelista-crítico, dueño de una conciencia exacerbada de su oficio, siempre con el bisturí en la mano. Al lado, García Márquez hace grandes esfuerzos por defender su imagen de narrador instintivo, casi salvaje, alérgico a la teoría y mal explicador de sí mismo o de sus libros”, dice Vásquez. Aunque, en realidad, no era así. “García Márquez sabía muy bien para qué servía cada uno de los destornilladores de su caja de herramientas. Y conocía muy bien, como todo gran novelista, el arte de leer”, agrega Vásquez. El diálogo es también una puesta en escena de dos maneras opuestas de entender el oficio de novelista. “Cuando García Márquez asegura, por ejemplo, que en la adolescencia ya tenía el primer párrafo de Cien años de soledad idéntico al que aparece en el libro, sabemos que está mintiendo. Pero esa mentira es una extensión de su propia voracidad narrativa, que quiere construir desde ya -y meticulosamente-la leyenda de sí mismo”
Tomado: El Espectador.com
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